martes, 16 de septiembre de 2025

No sabíamos que estaba pidiendo ayuda. Hasta que fue tarde.


A veces la gente no se lanza al vacío.

Se va dejando caer poquito a poco.

Apaga el brillo en los ojos.
Se vuelve más callada.
Se ríe por compromiso.
Responde “todo bien” con una voz que no le cree ni ella.

Y no se nota, porque nadie grita.
Porque no hay sangre.
Porque sigue yendo a trabajar.
Porque todavía dice “buenos días”.

Pero se está cayendo.

Hace un par de años, una amiga me contó una historia que no olvido.

Un compañero suyo de la universidad se quitó la vida una semana después de su cumpleaños.

Un montón de gente estuvo en la fiesta.
Le escribieron en Facebook.
Le dieron abrazos.
Le dijeron: “¡Qué bueno verte!”

Y él sonrió.
Agradeció.
Y no dijo nada.

Nadie lo notó.
Pero si hubieran prestado atención...

— ...habría quedado claro que no hablaba igual que antes.
— ...que ya no planeaba vacaciones.
— ...que cuando le preguntaban por el futuro, cambiaba de tema.
— ...que se reía, pero como si le costara encontrar la risa.

Y es que así es esto.
No siempre grita.
A veces solo susurra.

¿Se puede prevenir?

Sí.
Pero no solo con psicólogos.
Con humanos.

Porque a veces la clave no es tener las palabras correctas,
sino hacer la pregunta correcta:

“¿Estás bien de verdad? ¿O solo estás sobreviviendo?”

No salva a todo el mundo.
Pero puede salvar a alguien.
Y ese alguien puede serlo todo.

Las señales no siempre son evidentes, pero algunas se repiten:

  • Cambios súbitos en el ánimo.

  • Abandono de pasatiempos.

  • Aislamiento social.

  • Hablar de sentirse una carga.

  • Decir “no vale la pena” más seguido de lo normal.

  • Regalar cosas importantes sin razón aparente.

  • Dormir demasiado. O casi nada.

  • Comer de más. O no comer nada.

  • Decir adiós como quien ya no va a volver.

No creo que la vida se arregle con frases hechas. Pero sí creo en el poder de acompañar. 

Y en que a veces, lo que una persona necesita no es que la entiendan. Es que no la dejen sola.


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