A menudo hablamos del concepto de "vida equilibrada", y lo pongo entre comillas porque no creo que exista tal cosa de manera absoluta. Nos encontramos inmersos en un mundo rebosante de exigencias, no solo físicas, mentales y económicas, sino también emocionales, relacionales e incluso espirituales.
Seguro que has escuchado frases como: "Lo que pasa es que no estás equilibrando tu vida" o "No lo estás haciendo bien, deberías ser más estable". Pero, ¿qué sucede si este ansiado equilibrio se convierte en una trampa de hiperexigencia?
Si tu mente se encuentra en una batalla constante por mantener un equilibrio perfecto en cada aspecto de tu vida, esto puede llegar a ser agotador. En realidad, la armonía con la vida no siempre implica estar en el camino del medio. A menudo, tenemos que priorizar ciertas áreas de nuestra vida (como la familia, la salud o las amistades) y dejar otras en segundo plano por un tiempo. Y eso está bien. Esto es lo normal, esto es equilibrio: tener la capacidad de soltar por un momento y enfocarte en lo que realmente importa, para luego regresar y atender lo demás.
Un gran maestro mío solía decir: "Es como estos espectáculos donde se hacen acrobacias con platos chinos. La persona que realiza el truco pone a girar varios platillos al mismo tiempo y debe estar pendiente de cuándo uno está a punto de dejar de girar, correr hacia él y darle impulso nuevamente, y así con cada platillo, de manera constante. Eso es equilibrio". Por lo tanto, no sientas que todos los días tienes que meditar, hacer ejercicio, ser el mejor empleado, la mejor madre o el mejor padre. La excelencia no necesariamente es sinónimo de equilibrio perfecto.
En esta búsqueda de equilibrio, es importante recordar ser compasivo contigo mismo y aceptar que a veces es necesario priorizar ciertas áreas de la vida. Después de todo, cada uno de nosotros está haciendo malabares con nuestros propios "platos chinos", y es importante recordar que el equilibrio no siempre significa mantenerlos todos girando al mismo tiempo.
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