Quiero compartir con ustedes una curiosa analogía que surgió en mi mente, una que nos invita a pensar en cómo enfrentamos ciertas situaciones en la vida.
En una de esas mañanas, mientras me preparaba para asistir al trabajo, me vino a la mente la palabra "escolopendra". Recordé algún documental que había visto en algún momento, y de inmediato quise saber más sobre ellas. Resultó que las escolopendras son una familia de ciempiés, esos insectos con muchas patas que se parecen a gusanos. ¿Qué pasaría si tuviera una de ellas en la espalda? Claro, suena absurdo, pero esta situación me llevó a una reflexión más profunda: ¿qué haría si tuviera que cargar con todo el dolor de los demás sobre mis hombros? Usando la picadura de estos bichitos como una metáfora, ¿cómo enfrentaríamos ese dolor que queremos asumir como propio?
Es común que en ocasiones sintamos la necesidad de cargar pesos innecesarios, problemas que no nos corresponden o incluso queramos rescatar a otros de sus dificultades. ¿Pero acaso es nuestra responsabilidad resolverlo todo? ¿Nos hacemos daño al intentar salvar a alguien de sí mismo o afrontar tareas que están más allá de nuestros límites?
La lección que encontré en este peculiar ejercicio de imaginación fue la importancia de movernos despacio, con cautela, para no agitar al bicho y evitar que nos pique. En la vida, a veces necesitamos darnos una pausa para tomar decisiones más acertadas y no apresurarnos ante situaciones difíciles.
Si las picaduras de estos insectos duelen mucho, imagina lo que puede ocurrir si cargamos con más de uno. ¿Cuántos problemas y cargas llevamos diariamente sobre nuestros hombros? ¿Es realmente necesario llevarlos a todos lados y todo el tiempo?
En lugar de llevar una escolopendra tras otra, tal vez lo más sabio sea aprender más sobre estos ciempiés. Reconocer cuáles son venenosos y cuáles son inofensivos, cómo manipularlos con cuidado para retirarlos sin sufrir percances. Incluso podríamos perderles el miedo, aprendiendo a manejarlos con destreza y compartir ese conocimiento con otros para que también puedan liberarse de sus propias cargas.
Así que te invito a reflexionar conmigo: ¿estás dispuesto/a a llevar una escolopendra en tu espalda? ¿O preferirías aprender a retirarlas con sabiduría y soltura cuando sea necesario?